Pocas cosas hay tan difíciles en la vida como cuando se tiene poco tiempo para agradecer y tantos nombres que mencionar. Y es que agradecer necesita tiempo, espacio, clima. Agradecer es dejarse traspasar por un momento distinto, que huele a don, a fiesta, a encuentro, a vida. Agradecer, paradójicamente, es tan fácil como decir gracias y al mismo tiempo tan complejo; es mucho más que decir gracias.
Gracias a Dios, que al modo de Dios como no puede ser de otra manera, me escogió para este ministerio, para el ministerio de la Palabra y de la Eucaristía, tan bellamente armonizadas en la Orden de Predicadores, objeto esta última de la primera llamada cuando entre los gozos de mi reciente conversión, mi bautismo de manos del P. Raúl, a oscuras pero con la luz de Dios en lo más hondo y mi eucaristía primera, servida por el P. Ignacio, se mezclaban ya desde entonces con el deseo de ser dominico. Gracias a Dios y gracias a estos curas buenos que me apoyaron en el primer combate por la fe.
Gracias, desde luego, a mi madre por la vida, por ser mi madre y por enseñarme, desde la palabra o el silencio, lo mejor que hoy acaricio como mío. Gracias con ella a mi familia toda, a mis tías, a mis abuelos, los que viven y los que desde la casa del Padre se asoman para participar de este día.
Gracias a mis hermanos dominicos, a todos los que me recibieron cuando quise ser fraile, a los que me han acompañado a lo largo de todo mi proceso, a mis maestros todos, a mis frailes de Cuba (tendría que escribirles en un libro aparte), gracias por soportar hasta lo insoportable que hay en mí. Gracias Octavio, te encontré en mi camino de pura casualidad y, como ocurre a veces, te has quedado conmigo y lo demuestras.
Gracias de nuevo a las Sanchinas. De nuevo porque, desde hace 15 años, siguen siendo auxilio y socorro de mis problemas de siempre. Porque tienen mucho que ver con todo esto que ocurre hoy.
Gracias de nuevo a mis amigos. No los menciono a todos, no podría. Puestos a escoger, escojo a los ausentes, que sólo lo están físicamente, pues los siento aquí y si me esfuerzo un poco hasta puedo verlos: Alexis, Fernando, Laritza, Camilo, Cary, Doña Amarilis, Javier, Violeta, P. Eduardo, P. Javichón, P. Espeja, no me resisto a no nombrarte María Julia, aunque estás aquí como estás siempre en todo lo que hago.
Gracias a mis hermanos estudiantes, de todos los tiempos y de todos los sitios por los que he andado. ¡Cuánta paciencia desperdigada conmigo, cuanto bien compartido juntos! Andrés, mencionarte no es preciso pero lo hago. Gracias mil.
Puedo seguir y quisiera hacerlo, se quedan muchos, por ejemplo Adreano, pero lo tuyo llega mañana. He de acabar y lo hago, con la lengua repleta de gracias y el corazón lleno de nombres que se atropellan por salir. Gracias a todos y a cada uno de ustedes. Siempre lo digo, es tanto lo que tengo que agradecer que a veces pienso que en mi vida no he hecho nada. Ustedes lo han hecho todo. Gracias totales. Gracias mil.
1 comentarios:
Hola Lester.
Soy Ramon, tu amigo (aún me precio de serlo, ya que soy responsable de lo que he domesticado)
No se ni siquiera si leeras esto, o si quien administra la web te pasará el comentario (hazlo, administrador).
Después de mucho lío he podido hallarte, por medio de internet. Nada, que te extraño, comunicate conmigo. Echale un vistazo a mi blog, perdón, al de Hildelisa.
Chao, te quiero. Ramon
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